En 1961 Ferrari talla en madera de palo santo una delicada y singular pieza dedicada a la memoria del poeta Federico García Lorca a 25 años de su fusilamiento. En el mismo período, coincidiendo con la invasión de Playa Girón en Cuba, realiza A un largo lagarto verde, una esfera cuyos alambres proyectan luces y sombras en el espacio. El título de esta pieza toma su nombre del poema que Nicolás Guillén escribe en 1958 sobre la situación geográfica, política y social de la isla cubana. A través de estas obras tempranas el artista comienza a construir su universo particular e incluye en él a la poesía, establece así el nacimiento de un vínculo que continuará profundizando a lo largo de su vida.

En la inauguración de su primera exposición en Buenos Aires León Ferrari conoce al poeta Rafael Alberti. Nace entre ambos una amistad que sostendrán a través del tiempo y el espacio por más de 30 años. “Estuve con Rafael, leyó algunos poemas. (…) Empecé a trabajar en el poema ‘Sermón de la sangre’ con la idea de hacer algo muy complejo (ya sea tinta negra o color) y encima (directamente sobre el papel o sobre celofán o flexible) con rojo alizarina, la sangre”, escribe Ferrari el 17 de noviembre de 1962¹. Durante los días posteriores, dedicado a buscar el color y el efecto preciso de la sangre, desarrolla un estudio de técnicas y materiales que meticulosamente registra en su cuaderno de notas. Meses después, impulsados por la admiración y el cariño mutuo, Ferrari y Alberti comienzan a imaginar un libro en conjunto. Inician el proceso de edición en La arboleda perdida, la casaquinta del poeta en la que realizaban encuentros y tertulias. Luego de la partida de Rafael a Italia, continúan por carta con el proyecto de publicar su pequeño libro, como les gustaba llamarlo. “Lo importante es que el libro ha quedado precioso y que todas las personas que hasta ahora lo han visto lo encuentran bueno y lleno de gracia, de sorpresa. Te felicito, pues los signos y pelos tuyos en el aire siguen pareciéndome bellos, indecentes, misteriosos”², escribe Alberti a su amigo, al recibir el primer ejemplar de Escrito en el aire.

Desde sus primeros dibujos abstractos Ferrari ahonda en el universo del poema hasta descubrir que su núcleo, aquello que contiene la esencia del todo, es el verso: unidad misteriosa que en su devenir de cascada deshace la estructura lineal de la oración y con ella, el orden que modela el pensamiento. El artista dibuja el poema desnudo, escribe el pentagrama oculto detrás de las palabras. Desde entonces, la poesía continuará multiplicándose en caligrafías y brailles que realiza a partir de poemas de Régis Bonvicino, Alejandra Pizarnik, Noé Jitrik, Jorge Luis Borges y André Bretón, entre otros.

León Ferrari ha construido una extensa y valiosa obra literaria que inicia en 1964 con la creación de las prosas poéticas que conforman la serie “Manuscritos”, en la cual comienza a desplegar su propia voz, el modo único y particular en que cada poeta otorga sentido a través de la palabra. La escritura ha ido adquiriendo distintas formas en la obra de Ferrari sin dejar nunca de estar presente como un material a partir del cual crear nuevas realidades. Nacen así las prosas, los collages literarios, las poesías visuales, los ensayos, las cartas abiertas y, entre todos estos textos publicados a lo largo de su vida, los poemas inéditos, que ha ido soltando como piedritas a lo largo del camino y hoy aparecen escondidos entre notas y registros, en cuadernos, servilletas, boletos de avión, libretas de bolsillo como aquella en la que escribe sus últimos versos: “Sentado frente a la mesa/ todas las palabras sobre la mesa”³

1.- León Ferrari – Sin título, 1962-1963 – (a partir del poema Sermón de la sangre de Rafael Alberti, 1930)
Tinta china y rojo alizarina sobre papel – 27 x 21 cm

2.- León Ferrari – Tarde que socavó nuestro adiós de la serie Brailles, 2003[Texto de Jorge Luis Borges sobre reproducción de fotografía de Man Ray] – 75 x 58 cm

3.- León Ferrari, poema en cuaderno de notas, ca. 2010