«El arte no es belleza ni novedad; es eficacia y disrupción», aseguró en uno de sus manifiestos León Ferrari (Buenos Aires, 1920-2013). Referente del arte latinoamericano, provocador y corrosivo, su obra llega al museo Reina Sofía para quedarse. La pinacoteca acoge hasta el 12 de abril ‘La bondadosa crueldad’, muestra que repasa toda su trayectoria, y recibe una importante donación de la familia del artista, con 15 obras originales y 219 copias únicas de objetos y series.
La exposición toma su título del libro de poemas y collages en el que el propio Ferrari habló de una «crueldad tan íntimamente mezclada con la bondad, que la oculta». También de su arte visual escrito, que definía como «ecológico» –«hecho solo con palabras, el recurso más fácil de renovar»– y que permite que la imagen encienda la imaginación del espectador.
Su obra es siempre polémica y ácida, tanto que el museo advierte que algunas obras pueden herir la sensibilidad del visitante. No en vano en ‘Juicio Final’, de la serie ‘Excrementos’, la Capilla Sixtina se llena de heces de pájaros para denunciar la arbitrariedad de la justicia. En su obra más conocida, ‘La civilización Occidental y Cristiana’, un Cristo crucificado sobre un avión militar estadounidense denuncia la naturalización de la violencia por parte de la sociedad. La primera ha sido donada al museo y la segunda, censurada en su primera exposición y presente en el Reina Sofía, sigue en poder de sus herederos.
«Nadie está obligado a ver la exposición», dice Manuel Borja-Villel, director de la pinacoteca pública. «Si un museo, lugar de libertad, refugio y acogida, no puede debatir sobre los terrores de la historia, tampoco se podría representar teatro griego», agrega.
La donación, que iba a ser un depósito, «es toda una suerte», se ufana Borja-Villel, que ve en Ferrari a «uno de los grandes nombres del arte», tanto por «la trascendencia de su obra» como por «su influencia en varias generaciones de artistas».
Simbólico y sulfúrico
«Alguien podría probarme que esto no es arte. No tengo ningún problema con eso, no cambiaría de rumbo, simplemente cambiaría su nombre, tachando arte y llamándolo política, crítica corrosiva, cualquier cosa, en realidad», admitió el sulfúrico artista en una entrevista con The New York Times.
El uso de símbolos religiosos para denunciar la guerra, el abuso de los gobiernos, las estructuras de poder y la normalización de la violencia son la parte más conocida de su obra y los hitos de la retrospectiva. «Su obra es patrimonio de la humanidad. Hizo miles de piezas, estamos dispuestos a cederlas y que la ciudadanía las tome. Es necesario mostrar algo diferente aunque no guste», dijo Julieta Zamorano Ferrari, nieta del artista que asistió ayer a la presentación de la exposición.
Organizada por el Reina Sofía, el museo Van Abbe de Eindhoven y el Centro Pompidou de París, en colaboración con la Fundación Augusto y León Ferrari Arte y Acervo (FALFAA) de Buenos Aires, la muestra repasa toda trayectoria de Ferrari. Comisariada por Andrea Wain, Fernanda Carvajal y Javier del Olmo, se remonta a sus primeros dibujos, collages, acuarelas, y esculturas. Aborda también su vínculo con la escritura y la poesía, hasta la experimentación formal, lo poético, lo conceptual y lo político.
Ingeniero de profesión, Ferrari comenzó en el arte de manera autodidacta en la década de 1950. En Roma realizó sus primeras esculturas en terracota, inicio de una obra en permanente cambio. Experimentó con materiales como el yeso, el cemento, la madera y el alambre en sus esculturas, y con pigmentos y tintas en sus dibujos. Introdujo estrategias conceptuales en su obra al vincular el dibujo y la escritura, y ensayó un pensamiento en imágenes a través del collage. Experimentó también con las formas para «desajustar la mirada, conmover y, a la vez, emplazar al espectador a la toma de posición», dicen los comisarios.
«Sus búsquedas estético-políticas indagan en las fallas comunicativas del lenguaje, la ceguera, el error, las escrituras ilegibles o el humor como modos de tensionar la literalidad de la palabra y la imagen explorando otras formas de belleza, para extender los límites de lo posible y lo enunciable», agregan los responsables de la muestra, que tras su clausura en Madrid viajará al parisino Pompidou y al museo Van Abbe de Eindhoven, que también han recibido donaciones de los herederos del artista.
Fuente; https://www.elcomercio.es/culturas/provocacion-leon-ferrari-20201215191154-ntrc.html